sábado, 5 de julio de 2014

JESÚS SANA HOY TODAVÍA

Jesús Sana Hoy Día
Mientras Jesús vivía en medio de los hombres y mujeres de su tiempo, realizaba numerosas curaciones. Dónde había dolor y enfermedad, consolaba y sanaba. Encontramos estos relatos en los Evangelios. Nos resulta fácil creer que El, por ser hijo de Dios, estaba ungido con un carisma poderoso de sanación.
Pero hoy en día en que se presentan a nuestra vida enfermedades y sufrimientos de todas las clases, ¿no podría la Buena Nueva consistir en proclamar que su poder sanador sigue actuando?.
Antes de morir dijo a sus seguidores: "En verdad, en verdad les digo que el que en mi cree las obras que yo hago, él las hará también...(Jn. 4,12). Expresaba con estas palabras el deseo de que su misión entre los ciegos, los cojos, los enfermos de todo tipo siguieran llevándose a cabo por medio de sus discípulos. Al pedirles que curaran en su nombre, los convertía, por así decirlo, en prolongaciones de si mismo, destinadas a extender su amor salvador.

¿Todo enfermo ha de sanar?
Reconocemos estas palabras que nos entrega Marcos: "Estas señales acompañarán a los que creen. En ni nombre echarán demonios.....sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán..."(Mc. 16,17-18.) ¿Significa esto que Jesús desea sanar todas nuestras enfermedades?
Indudablemente que su misión es salvar a todo ser humano: "por Su Cruz nos ha salvado "; por su llaga fuimos nosotros curados "(Is.52,5). Pero afirmar que desea sanar a todo el que contraiga algún tipo de dolencia nos colocaría en situaciones difíciles que podrían incluso llevar a perder la fe a quienes no reciban la gracia de la sanción. De hecho tenemos que reconocer que por muy eficaz que sea un ministerio de sanación, la mayoría de los moribundos terminan muriendo, la mayor parte de los ciegos y de los sordos deben seguir viviendo con su impedimento. Incluso se da el caso en que seguir orando por sanación constituye una falta de fe en el amor de Dios.
Muchas veces la gravedad de una enfermedad exige mas bien pedir para el enfermo la gracia de la paz interior y del abandono; la gracia de una muerte tranquila y sana, Seremos fieles al mandato de Jesús orando seriamente por los enfermos, pero reconociendo, al mismo tiempo, que no siempre está entre sus planes el sanar dolencias físicas o psicológicas. Su principal objetivo es lograr una liberación espiritual. Sigamos adelante con perseverancia y con la convicción de que, aunque muchas de nuestras peticiones concretas no serán satisfechas, siempre habrá gracias especiales para aquellos por quienes oramos.

Cuerpo, alma y espíritus.
El seguimiento de Jesús nos compromete en una lucha con el haga mal y sus consecuencias. Es verdad que las fuerzas de las tinieblas pueden llegar hasta afectar la salud de una persona y que todos necesitamos ser sanados; me preocupa el hecho de que exista en la Renovación personas con mentalidad deformada que ven demonios donde no los hay y los culpan de todos los males.
Por mucho hablar del demonio ocurre que se le abren puertas.
Fijemos, por el contrario, nuestra atención en el Señor Jesús que aún hoy día es el vencedor sobre el poder del mal y de la muerte. ¡Cómo es posible que pongamos un acento mayor en la acción destructora del mal que en el poder salvador de Jesús!.
Como resultado de nuestra condición de hombres todos llevamos heridas, por eso el ministerio de sanación es tan necesario.
Este servicio no consiste en manejar ciertas técnicas o en conocer algunas fórmulas y recetas precisas a las que atribuimos poder sanador. Es Jesús quién salva no nosotros, y lo hace como quiere y cuando quiere. Lo que nos corresponde a nosotros es mendigar de su infinita misericordia, que nos bendiga y derrame sobre nosotros su amor restaurador; orar con fe, amor, con humildad.
Cuando el Señor sana, lo hace para manifestar la gloria de su Padre y la presencia del Reino entre nosotros, y también para confirmar en la fe a los testigos. Hablar de sanación es hablar de sacrificio de intercesión. La intercesión es la oración que se hace a favor de otros; aquella en que se pide una gracia para alguien o en el contexto de una oración por sanación para conseguir para alguien salud física o interior. Ejercer este ministerio es servir, es desempeñar un "servicio de Dios" en beneficio de un hermano necesitado.


¿Quién puede orar por sanación?
El padre Benedicto Heron O.S.B. nos dice que "Todos los cristianos están llamados a orar por sanación incluso por sanación física, especialmente durante la celebración de la Eucaristía, sin embargo, San Pablo es claro en señalar que algunos cristianos han recibido el don de la sanación(1 Cor.12,7-9). No todos los cristianos están invitados a servir dentro de un ministerio de sanación propiamente dicho, ni a participar en un equipo de sanación. Es responsabilidad de los encargados de los grupos de oración el discernir quienes deben trabajar en este ministerio y quienes no.
Hay que prepararse.
Quién se sienta llamado a integrarse al servicio de sanación debe estar consciente de que necesita prepararse en oración y ayuno. Los ya comprometidos han de orar fielmente todos los días para que el Señor los vaya haciendo instrumento aptos. Pero no vasta con la oración personal, es conveniente que exista un grupo de personas que sostenga, mediante su oración, el ministerio. Muchas veces quién ora en el pasillo contribuye mas a la eficacia de la oración, que los que están directamente involucrados en ella.
Privilegiar la alabanza y la acción de gracias.
Muchas mejorías ocurren en un contexto de alabanza. Los enfermos comienzan a sentirse mejor cuando se les rodea de intensa alabanza. Por lo tanto nuestra intercesión debe llevarse acabo en medio de alabanza y acción de gracias. También conveniente decir que, antes de iniciar la oración, es bueno orar por protección, pedir ser cubiertos por la sangre preciosa de Jesús, de modo de poder interceder con total confianza en su amparo, que es mas poderoso que cualquier influencia negativa que pudiera alcanzarnos. Sin embargo, hay que señalar que no conviene poner un acento demasiado marcado en esta petición de protección de modo de no inquietar a aquellos por quienes se va a orar.
La oración en si misma.
Como ya se ha dicho no olvidar nunca la estrecha relación entre cuerpo, alma y espíritu. Pareciera ser que lo mejor es empezar por pedir sanación espiritual psicológica y afectiva, ya que solamente aí puede después de producirse una curación física. Acerquémonos con el mismo corazón con que Jesús lo hacía, de modo que el enfermo experimente a través de nosotros su amor salvador. Él es quien salva: no podemos usurpar su lugar. Recordar que nuestra eficacia reside justamente en nuestra debilidad. Como dice San Pablo, el poder de Dios "se perfecciona en nuestra debilidad" (2Cor.12,9).
Hagamos lo posible por ir acompañados de otros hermanos para que la oración manifieste de modo poderoso la presencia del Señor. Así se posibilita la expresión de una variedad de dones y carismas y nadie puede apropiarse de los resultados.
No llevemos la oración de modo que tome la forma de una especie de exorcismo, sino que mantengamos siempre en intercesión, pidiendo a Dios que sane y no dirigiéndonos directamente al poder de tiniebla, recordemos que así lo recomienda la Iglesia, quien reserva al Obispo esta misión liberadora.
Procuremos que la oración se desenvuelva en un clima de acogida, de confianza y de respeto, siguiendo el modelo que el Señor nos dejó, actuando siempre con un profundo respeto y delicadeza.
Antes de acordar una sesión de intercesión, es necesario procurar que quién la ha solicitado haga un trabajo serio de perdón, ya que sin perdón de corazón es difícil que se produzca una liberación o una sanación.
Ayuda mucho tomar conciencia de que el perdón es un acto de la voluntad que cualquiera bien dispuesto puede realizar, y que va mas allá de las heridas emocionales que pueden haber quedado.
También es necesario que exista un propósito claro de cambio de vida. Los frutos de sanación son mucho mas abundantes entre los que han tomado la determinación de hacer del Señor el dueño de sus vidas.
Es bueno terminar diciendo que después de cada sanación pueden surgir dudas, recaídas, olvidos de la gracia recibida; por ello es indispensable el "acompañamiento". Aunque no resulta siempre fácil contar con un sacerdote, puede buscarse dentro del grupo de oración a personas discretas con experiencia y buen discernimiento que brinden su apoyo en esta etapa del camino.
También lo pueden hacer quiénes fueron testigos presenciales de la sanación, debido a que la mayor parte de las sanaciones son progresivas, es importante invitar a regresar después de algún tiempo para continuar orando.

La auto sanación.

Cada uno de nosotros puede acudir a Dios pidiendo la propia liberación. La oración en este caso en muy similar a la que se hace por otros y los requisitos son los mismos que ya se han expuestos. Si estoy enfermo, por ejemplo, de alguna parte de mi cuerpo, puedo poner ahí mi mano y orar con fe, confiando que Jesús quiere derramar su luz y su vida en ese lugar. Jesús médico de cuerpo y alma sigue sanando y salvando. A través del ministerio de amor y misericordia podemos ser testigos de su presencia en medio de su Pueblo.

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